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El origen del hombre americano

En junio de 1982 una banda de delincuentes entró a la facultad de medicina de la universidad .... luego de romper el candado de la reja de entrada y maniatar al celador. Los hampones se llevaron con ellos cinco máquinas de escribir, cinco mil pesos de la secretaría, equipo medico valorado en al menos cien mil pesos, y el ultimo esqueleto educativo con el que contaba la facultad.

El profesor Agustín Pedraza para ese entonces se encontraba próximo a pensionarse. Anatomista de primer orden, ya durante sus años universitarios impresionaba a sus compañeros con la siguiente proeza: con los ojos bendados, ayudado unicamente por el tacto, era capaz no solo de identificar cualquier hueso que le pasaran, sino igualmente decir si éste habia pertenecido a un hombre o a una mujer. Se espacializó en Cuba y uno de sus trabajos estuvo a punto de ser publicado en el renombrado American Journal of Osteopathy. Con 62 años, el doctor Pedraza era reconocido por sus colegas como "una de las personas que mas sabe de huesos en este país ".

Como resultado del hurto, Pedraza se encontró en la dificil posición de empezar el semestre sin el esqueleto, herramienta indispensable para su cátedra. Los problemas presupuestales y los ecos de un escándalo causado por la compra de cadaveres robados en otra universidad hacían impensable el conseguir otro esqueleto a tiempo. El sabio tuvo entonces una inteligente idea, reveladora de su espíritu pedagogico.

Apoyado en su erudicción y en los libros de anatomía, el profesor entregó a sus pupilos varios detallados planos e instrucciones para la construcción de varias piezas de la osamenta humana. Los huesos serían construidos usando un material cuya fabricación el profesor había aprendido durante su estancia en Cuba. Este material, parecido al papier maché, incluía glicerina, agua carbonatada y maizena. El resultado era una pasta homogenea y maleable que al secarse daba la impresion del yeso.

La labor comenzó con la construcción de la caja toráxica, que estuvo lista y ensamblada en tres semanas. Los estudiantes, entusiasmados, emprendieron entonces la construcción de la pelvis, que estuvo lista tres días después. El profesor, sin embargo, declaró que la pieza no correspondía a las medidas del cuerpo humano y que los estudiantes habían cometido con certeza un error en su elaboración. Les pidio entonces rehacer el trabajo, y el mismo por su parte lo hizo en paralelo para estar seguro de no acumular un nuevo retardo en la obra académica.

Para sorpresa de todos, las dos nuevas pelvis fueron iguales a la primera, de proporciones absurdas. Pedraza pasaría entonces dos noches revisando sus cálculos, sus métodos y la exactitud de su técnica. La búsqueda de una posible falla fue en vano. No había duda, la pelvis era correcta.

Cuidadosamente, el profesor y sus estudiantes continuaron con la obra. Un femur corto de 30 centimetros y unos brazos que llegaban a la altura de las rodillas fueron concluyentes: el esqueleto no correspondía al de un homo sapiens-sapiens. Expertos de otras universidades visitaron al profesor y se decidió enviar a Houston las especificaciones del craneo para su construcción en un laboratorio de punta. Tres meses despues, Pedraza recibiría asombrado un cráneo con una caja occipital de corta talla, pómulos prominentes y una mandibula poderosa.

El esqueleto completo, conocido como el Pedrazus Colombopitecus por la comunidad cientifica, se encuentra ahora exhibido en el museo de historia natural de Bogota. El fenomenal descubirimento lanzaría a Pedraza a la fama y revolucionaría para siempre las teorías sobre el origen del hombre americano.

Sergio Garcia, 2004